La contradicción de los ´80

Por Daniela García

Es el primer artículo de una serie de reflexiones que intentarán caracterizar la cultura predominante en las distintas épocas, desde los 80 hasta hoy.

Las vidas de los astistas Jean-Michel Basquiat y Frederick Hart cuentan por sí mismas una ochentosa década de búsqueda, reinterpretación y, sobre todo, contradicción al permitir que el primer nombre escale a la cima sin valerlo y dejar al segundo y talentoso escultor, caer en la invisibilidad.

En Réquiem por un peso pluma, el escritor Robert Hughes expone: "En una cultura más sensata que ésta, el veinetañero Basquiat hubiera pasado sus cuatro años de infantería en la escuela de arte, hubiera aprendido a dibujar correctamente y, en general, adquirido algunas de las disciplinas y habilidades sin las cuales no se puede hacer buen arte. Pero eran loso chenta, y se convirtió en estrella".


A la vez, consideraba que el hecho de que el pequeño artista sea de raza negra contribuía a la obsesión reinante por la novedad y que la monocromática Industria del Último Arte Américano lo elegía como lider de masas porque "sentía la necesidad de actualizarse con un toque primitivo".


Por otra parte, el creador del nuevo periodismo, Tom Wolfe, describía a Hart como "El artista invisible" al contar que, a pesar de tener un talento innato en las manos y haber realizado obras como Tres Soldados, no era reconocido ni por la crítica ni por el público.


El periodista escribía en la última parte de su artículo: "Los entendidos en arte consideraban que la popularidad era la concubina de la destreza técnica. Popularidad equivalía a superficialidad. En cambio, el rechazo del público implicaba profundidad. Y el rechazo verdaderamente hostil constituía una prueba de auténtica genialidad".

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