Te recomiendo una peli
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Daniela García,
My Blue Berry Nights,
Wong Kar Wei
My Blue Berry Nights (2007), del cineasta chino Wong Kar Wai, es la última de una trilogía (Con ánimo de Amar y 2046, fueron las anteriores) dedicada a las emociones que acompañan al amor de pareja.
El argumento es simple: una joven llamada Elizabeth (Norah Jones), lastimada por un desamor, emprende un viaje sin destino en el que se cruzará con tres historias complejas, a partir de las cuáles decidirá volver a su lugar de origen.
De todas formas, no es la trama el condimento fuerte de ésta película, todos sabemos cómo terminará. Son los simbolismos, la fotografía, la belleza de los actores (Jude Law, David Strathairn, Rachel Weisz, Natalie Portman y Tim Roth), el sonido y los silencios, el movimiento y la quietud los que componen una obra de arte, provocadora de sensaciones.
En el inicio, Elizabeth transcurre la mayor parte del tiempo delante o detrás de la barra de algún bar. Es ella, primero, la que ha sido abandonada en una relación de pareja, la que necesita encontrar un lugar, la que ha dejado las llaves y aún no puede cerrar la puerta.
Será ella también después, aunque al revés, la que escuchará lamentos y observará los peores vicios. Será siempre ella, la que reúna historias de abandono y soledad, a lo largo de su viaje circular.
La atmósfera taciturna y melancólica, generada por luces saturadas, planos detalle, encuadres fuera de foco y fundidos en negro, acompaña las escenas durante todo el film.
La escenografía urbana, ambientada en el Barrio Soho de la Ciudad de Nueva York, y el vestuario cool, lucido por personajes que representan a personas reales, alejados de estereotipos propios del cine comercial estadounidense, proponen una estética posmoderna definida.
En esta película de relaciones rotas y huidas constantes, de personajes exóticos y luz de neón, de vicios, casino y alcohol no hay lugar para un espectador pasivo que no sea estimulado en sus cinco sentidos.
El argumento es simple: una joven llamada Elizabeth (Norah Jones), lastimada por un desamor, emprende un viaje sin destino en el que se cruzará con tres historias complejas, a partir de las cuáles decidirá volver a su lugar de origen.
De todas formas, no es la trama el condimento fuerte de ésta película, todos sabemos cómo terminará. Son los simbolismos, la fotografía, la belleza de los actores (Jude Law, David Strathairn, Rachel Weisz, Natalie Portman y Tim Roth), el sonido y los silencios, el movimiento y la quietud los que componen una obra de arte, provocadora de sensaciones.
En el inicio, Elizabeth transcurre la mayor parte del tiempo delante o detrás de la barra de algún bar. Es ella, primero, la que ha sido abandonada en una relación de pareja, la que necesita encontrar un lugar, la que ha dejado las llaves y aún no puede cerrar la puerta.
Será ella también después, aunque al revés, la que escuchará lamentos y observará los peores vicios. Será siempre ella, la que reúna historias de abandono y soledad, a lo largo de su viaje circular.
La atmósfera taciturna y melancólica, generada por luces saturadas, planos detalle, encuadres fuera de foco y fundidos en negro, acompaña las escenas durante todo el film.
La escenografía urbana, ambientada en el Barrio Soho de la Ciudad de Nueva York, y el vestuario cool, lucido por personajes que representan a personas reales, alejados de estereotipos propios del cine comercial estadounidense, proponen una estética posmoderna definida.
En esta película de relaciones rotas y huidas constantes, de personajes exóticos y luz de neón, de vicios, casino y alcohol no hay lugar para un espectador pasivo que no sea estimulado en sus cinco sentidos.
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